jueves, agosto 28, 2014

Huxley sobre la belleza bovina

Penosamente actualizada Etla acababa de realizar un concurso de belleza. Sus resultados estaban sentados en el lugar de honor, exactamente sobre los asientos de las autoridades. Seis reinas de belleza, seis Miss Etla 1933. Las comtemplé incrédulo. Las seis estaban vestidas igualmente en brillante seda artificial color rosa, el color de esas golosinas baratas que nuestras niñeras y padres nunca nos permitieron comer de pequeños. Sus rostros eran muy oscuros, pero estaban empolvados de malva. En cuanto a su silueta... Existe una cierta mezcla de sangre india y europea que da como resultado, por alguna oscura razón mendeliana, un producto humano enteramente nuevo. Las seis Miss Etla pertenecían a él. Su belleza les hubiera permitido ganar todos los premios de una exposición ganadera. ¡Qué carnes macizas! ¿Y han contemplado ustedes alguna vez los ojos de un buey campeón? Como una terrible advertencia la madre de uno de estos ejemplares se sentaba junto a su hija. Las bellezas eran monstruosas pero jóvenes; y hasta la juventud de un monstruo es, hasta cierto punto, encantadora. Los estigmas de la insensibilidad, de la estupidez, de la obstinación bovina aún no estaban marcados profundamente en esos rostros aún adolescentes. La edad no permite disfraces. Eripitur persona, maner res. Lo que quedaba en el caso de la madre era francamente aterrador. Una mirada dirigida a ella hubiera sido suficiente para curar de su gusto por la carne a cualquier pretendiente en perspectiva.

- Aldous Huxley. Más allá del Golfo de México.

martes, agosto 26, 2014

Huxley sobre la calidad artística en la era industrial

Démosle a Londres todo el planeamiento uubano, todos los centros cívicos, todos los suburbios con espacios verdes que el ingenio del hombre pueda crear: aún no será otra cosa que un conjunto de edificios distribuidos en seiscientos o setecientos kilómetros cuadrados. Y aun si cada uno de esos edificios fuera una obra maestra de la arquitectura (lo que es humanamente imposible) el efecto total producido por su aglomeración sería profundamente penoso. Ávila es una ciudad de belleza extraordinaria, pero si la incrementamos quinientas o seiscientas veces, haciéndola así tan grande como Londres, Ávila será horrible, un lugar de monotonía interminable, de tristeza desesperante y agobiante opresión. A todas nuestras grandes ciudades les vendría bien una inmensa cantidad de mejoras. Pero no debemos engañarnos con la creencia de que esas mejoras las transformarán en bellezas. Sólo una destrucción del noventa porciento puede lograr ese milagro.

[...]

La vulgaridad es el precio que debemos pagar por la prosperidad, la educación y la conciencia de nosotros mismos. Ni debemos olvidar la influencia de la cantidad sobre la calidad. En tanto la población persista en su actual densidad la fealdad es inevitable. Pues aun el más hermoso de los objetos se hace horrible multiplicado millones de veces. Aun más horribles serán las repeticiones infinitas de objetos original e intrínsecamente feos.

- Aldous Huxley. Más allá del Golfo de México. 

Huxley sobre los indios y la comodidad

La comodidad es un invento moderno, y el tratar de obtenerla, una actividad muy reciente. Nuestros antepasados vivían en una austera escasez atemperada (en el caso de los ricos) por la magnificencia. Un noble napolitano del siglo dieciocho podía alimentarse con guisantes, y en invierno, tiritar en una casa helada, pero la casa era un palazzo y él salía en coche, usaba una espada enjoyada y era seguido por doce lacayos. La escala de valores del indio es la misma que la del noble napolitano. No posee muebles, su casa deja colar el viento y la lluvia, carece de vajilla, de lavadero, de provisión de agua, de chimenea, de muda de ropas. Innumerables necesidades a ser provistas. Pero él no las siente como necesidades y no intenta proveerlas. Para lo que ahorra laboriosamente, centavo a centavo, es, antes que nada, para un rifle con el fin de poder, si el caso, asesinar a su vecino; luego para un sombrero principesco con el que lucirse fuera de casa y excitar la envidia general; y, finalmente, (más, sin duda, para vanagloriarse que por un deseo humanitario de ahorrarle trabajo a su esposa) una máquina de coser. Los placeres que nosotros apreciamos más son placeres físicos. Los indios mexicanos prefieren el placer psicológico. Obtienen más alegrías de una vanidad satisfecha que de una carne acunada neumáticamente. En la clasificación de las concupiscencias las suyas deben figurar por encima de las nuestras, supongo. La fama - de forma bastante ridícula, sin duda, pero aun así famal, incuestionablemente- es su meta: "esa última debilidad de una noble mente". Mientras que nosotros preferimos los placeres animales de los sentidos.

- Aldous Huxley. Más allá del Golfo de México. 

viernes, agosto 15, 2014

Huxley sobre la naturaleza salvaje

El culto a la naturaleza es un producto de las buenas comunicaciones. En el siglo dieciséis todos los hombres sensatos detestaban la naturaleza en estado salvaje. (...) Fue solamente después de que se hicieron los caminos cuando la gente comenzó a alzar las manos y a bendecir a la naturaleza. Sin dominar, la naturaleza no parece tanto divina como siniestra, alarmante y, sobre todo, exasperantemente obstructiva. Andar caminando por las montañas cuando uno sabe que en cualquier momento se puede deslizar al valle y encontrar un buen camino con ómnibus y un servicio de wagonslits es un pasatiempo delicioso. Pero si uno tiene que ir atravesando esas mismas montañas no por placer sino por obligación y por la razón suficiente de que no hay otro medio para llegar a donde se quiere ir... bueno, pues el caso es muy distinto. Lo sublime de la naturaleza -y estas malditas barrancas son indudablemente sublimes- llega a ser contemplado no con adoración sino con rabia, no como evidencia de la tarea divina sino como trampas para bobos tendidas por algún insoportable demonio bromista. En Centroamérica uno aprende a comprender la actitud clásica hacia la naturaleza.

Mas allá del Golfo de México. Aldous Huxley. 

jueves, agosto 14, 2014

Huxley sobre los indígenas

Francamente, por más que lo intente, no me agradan las gentes primitivas. Me hacen sentir incómodo. "La bêtise n'est pas mon fort."

Huxley sobre el valle de Antigua (Guatemala)

Los habitantes del valle de Antigua han sufrido, para decirlo con George Herbert, "aflicciones surtidas, angustias de todos los tamaños". La muerte violenta les llegó (y aún les llega) en una gran variedad de maneras. Existe lava para quemarlos y ceniza volcánica para sofocarlos. A veces tiembla la tierra y son tragados por ella o sepultados bajo las ruinas de sus moradas. Y ocasionalmente, para variar la monotonía, se ahogan un poco.

- Más allá del Golfo de México. Aldous Huxley.

Mucho más arios que los arios

El mercado cubierto, tan grande como varias catedrales, estaba repleto. Indias diminutas transportando su propio peso en productos de granja y siempre con uno o dos niños colgados como alforjas sobre sus hombros se movían silenciosamente de un lado a otro sobre los pies descalzos. Familias enteras de campesinos morenos se acuclillaban inamovibles junto a los pasajes. Amas de casa ladinas regateaban entre los puestos. El tono de sus voces cuando hablaban con los vendedores indios era o bien arrogante o bien, si querían ser amables, condescendiente. Los mestizos centroamericanos son criados para ser mucho más arios que los arios. Su actitud hacia aquellos que, después de todo, son paisanos de su madre, es casi invariablemente ofensiva. Desprecian a los indios, no se interesan por sus costumbres y sienten como una ofensa personal que los extranjeros les presten tanta atención. Un sentimiento de inferioridad provoca -¡y con qué horrible regularidad!- una sobrecompensación. (...) En todos nuestros vagabundeos centroamericanos no encontramos un solo ladino que no sintiera necesidad de sobrecompensar.

- Más allá del Golfo de México. Aldous Huxley. 

jueves, agosto 07, 2014

Huxley sobre la sexualidad de los mayas

En el caso de los mayas deberíamos recordar que las observaciones del doctor Gann fueron hechas entre los desdichados habitantes de las tierras bajas de Centroamérica. La malaria y los parásitos. el alcohol puro y la desnutrición han reducido a estas gentes a un grado de vitalidad muy bajo. Es difícil hacer el amor con el estómago vacío y más difícil aun con un duodeno lleno de ankylostomas. Los antiguos mayas dominaban la selva y tenían todas las tierras en cultivo intenso. En su tiempo la alimentación debe haber sido abundante y "fiestas pródigas", como lo ha señalado el poeta, "aumentan el deseo". Alimentados adecuadamente, los mayas eran, probablemente, tan inclinados al amor como cualquier otro pueblo; y aun si su excitabilidad nerviosa no eran tan grande como la nuestra, eso no hubiese impedido, como lo ha demostrado Malinowski, que se interesaran por el sexo por lo menos tanto como nosotros.

- Más allá del Golfo de México. Aldous Huxley.

martes, agosto 05, 2014

Huxley sobre las frutas tropicales

Trinidad

Las naranjas que se producen en estas islas tropicales son especialmente jugosas y aromáticas; pero nunca aparecen en ningún mercado europeo o norteamericano. Como nos sucede a tantos de nosotros, su cara es su desgracia; poseen una piel que la naturaleza ha hecho no naranja sino verde brillante, estriada irregularmente de amarillo. Por lo tanto nadie las comprará fuera de su lugar de origen. Pues la fruta, por extraño que sea, se vende principalmente por su aspecto, no por su gusto. Todo fruticultor sabe que su producto debe atraer primero al ojo y sólo secundariamente al paladar. ¡Se han emprendido inmensos trabajos para embellecer la piel, pero cuán poco se ha preocupado nunca alguien por mejorar el sabor de nuestros postres!

El atractivo de los colores brillantes, la simetría y el tamaño, es irresistible. La manzana con gusto a aserrín del Medio Oeste es maravillosamente redonda y roja; la naranja de California puede no tener sabor y una cáscara como cuero de un cocodrilo... pero es una lámpara de oro; y la rotundidad, lo rojo y lo naranja son lo que primero percibe el comprador cuando entra en la tienda. Más aun, estas dos frutas son grandes; y la codicia es tan tonta que siempre prefiere grandes pedazos de comida a pequeños trozos de comida - y los prefiere aun cuando esa comida sea comprada al peso, y no hace diferencia alguna el que las porciones individuales sean grandes y pequeñas. 

Pero esto no es todo aún. El hombre se asoma a la realidad a través de un medio que interviene y es sólo parcialmente transparente: su lenguaje. Ve las cosas reales recubiertas por sus símbolos verbales. Así, cuando mira las naranjas es como si las observara a través de un vitral que representa naranjas. Si las naranjas reales corresponden al beau ideal de las naranjas pintadas en el vidrio siente que todo anda bien. Pero si no corresponden lo asalta la sospecha: algo debe andar mal. 

Un vocabulario es un sistema de ideas platónicas a las cuales sentimos (ilógicamente, sin duda, pero con fuerza) que la realidad debería corresponder. Gracias al lenguaje todas nuestras relaciones con el mundo exterior están teñidas por una cierta cualidad ética; siempre antes de comenzar nuestras observaciones, pensamos que ya sabemos cuál es el deber de la realidad para serlo en efecto. Por ejemplo, obviamente, el deber de toda naranja es ser naranja; y si en la realidad no son color naranja sino, como las frutas de Trinidad, verde brillante, entonces nos rehusaremos aun a probar estar caricaturas anormales e inmorales de naranjas. Todo lenguaje contiene, por implicaciones, un conjunto de imperativos categóricos. 

- Aldous Huxley. Más allá del Golfo de México.

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