jueves, junio 23, 2005

Lo feo

El enigma de la fealidad tú no lo has descifrado. Tú no sabes por qué el Señor, dueño de los lirios del campo, consiente que la culebra vaya entre los lirios. Él la deja atravesar sobre los musgos perfumados.

En lo feo la materia está padeciendo: yo he escuchado su gemido. Mira su dolor y ámalo.

Ama a la araña porque no tiene, como la rosa, la expresión de la dicha y no alegra los ojos que la miran.

Ámala porque es, con el escarabajo, con el gusano de la tierra, un anhelo malogrado de armonía, una ansia no escuchada de perfección.

Son como algunos de tus días, mezquinos y vulgares a pesar de ti mismo.

Ámalos también porque no te recuerdan a Dios, ni los semblantes que has amado, como te los recuerda una azucena, y por esto mismo no alcanzan a inspirarte amor.

Ten piedad de ellos que buscan ávidamente, dolorosamente, la belleza que no trajeron y a la cual aspira todo lo inanimado.

La araña ventruda, en su tela leve, sueña con la idealidad, y el escarabajo deja el rocío sobre su dorso para que le finja, siquiera unos instantes, con la luz, un resplandor.

Amado Nervo

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