El justo castigo de los pecados
Estando, pues, dominado por la soberbia y la lujuria, la gracia divina puso remedio, sin yo quererlo, a las dos enfermedades. Primero a la lujuria, después a la soberbia. A la lujuria, privándome de los órganos con que la ejercitaba. Y a la soberbia -que nacía en mí por el conocimiento de las letras, según aquello del Apóstol "la ciencia hincha"-, humillándome con la quema de aquel libro del que más orgulloso estaba.
- Historia Calamitatum. Pedro Abelardo
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