sábado, enero 03, 2009

Sobre Madrid en 1949

Uno de los espectáculos de Madrid son los nuevos coches americanos. Debería decir que hay más de ellos que en ninguna otra capital de Europa. La mayor parte, me han dicho, pertenecen a oficiales del Gobierno, pero la gente rica también puede recibir permiso para importarlos si están dispuestos a pagar lo que se les pide. Cuestan entre las 3.000 y las 5.000 libras. En contraste con esos coches está el número de tullidos: cada pocos metros uno se encuentra con un hombre al que le falta un brazo o una pierna. Algunos no tienen piernas y se arrastran, llevando una especie de botas en sus manos. Me han dicho que muchos de esos tullidos son mutilados de guerra, pero no todos. Por ejemplo, una camarera de nuestro hotel me cuenta que es viuda y que mantiene a sus tres hijos y a sus padres. Su padre no puede trabajar porque le faltan ambas piernas. "Supongo que las perdió en la guerra", le digo. En absoluto. Era ferroviario, y una máquina se las cortó. Esto me parece algo típico. Los españoles son muy descuidados acerca de su seguridad, y pierden sus miembros con la misma facilidad que los cangrejos. Pero lo más sorprendente es que, mientras el cambio de divisas es utilizado libremente para comprar los coches más caros, no se utiliza en absoluto para adquirir miembros artificiales. Me han dicho que solamente aquellos que consiguen autorización para salir al extrangero pueden comprárselos, y uno puede ver constamente a hombres e incluso mujeres muy bien vestidos cojeando penosamente sobre los palos de madera aplicados a sus muñones.

- La faz de España. Gerald Brenan. Ediciones Península.2003. Pág. 26

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