Últimamente pienso en cuánto odio a mi padre por su insistencia en imponerme todas sus ideas, sin importarle cuán tontas puedan ser y con eso de que me voy pienso que ningún lugar es lo suficientemente lejano para escapar de su mala influencia (sobre todo si le voy a pedir dinero cada mes, jejeje). Tal vez debería irme a la antípoda de donde está él (Jiutepec, Morelos), que buscándola en un globo terráqueo queda en algún recóndito lugar del Mar Índico. Como aún el sobrecalentamiento global no nos hace desarrollar escamas y aletas tendré que irme al lugar más cercano, o sea, a la India (o a una islita deshabitada en dicho mar).
En fin, todo esto se me ocurrió, bueno, se me viene ocurriendo desde hace un rato, pero se activó con algo que ando leyendo y recordé cuánto odio a mi papá por ser tan terriblemente tecnócrata, práctico y más que nada utilitario. Yo, que amo más que nada las cosas que no sirven para nada. Triste de mí.
En fin, el mugre fragmento:
"Mi abuelo, gran amigo de todos los jóvenes amantes del estudio, prestaba libros a Monsieur Mounier y lo apoyaba contra las censuras de su padre. Algunas veces, al pasar por la Grande-Rue, entraba en la tienda de éste y le hablaba de su hijo. El viejo comerciante de telas, que tenía una nutrida prole y tan sólo pensaba en lo útil, veía con mortal pesar cómo este hijo suyo perdía el tiempo leyendo."
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Vida de Henry Brulard. Autobiografía novelada de Stendhal.
No dudo en que mi padre sienta también ese "mortal pesar" del que habla Stendhal, pero qué le vamos a hacer: mi padre, a su trabajo; yo, a mis libros.
Saludos.
Y un mensaje para Chonny: "Aliviánese, Chonny."