Vila-Matas sobre la estupidez
(...) Alberto Savinio solía decir que la inteligencia completa, equilibrada, fecunda, ha sido siempre un caso insólito. Y añadía: "El esfuerzo que hace el hombre por subir los escaños de la inteligencia es tan doloroso, es tan desesperado... Los daños que resultan de una inteligencia incompleta son tanto más grandes que los que puedan derivarse de una estupidez franca y dócil."
Deberíamos dudar de la utilidad y el valor efectivo de la tan añorada inteligencia, añorada quizá porque en realidad no existe. El hecho mismo de que vayamos - no todos, sólo algunos - en busca de la inteligencia nos está aportando constantemente pruebas de que ésta en realidad no es natural, no es humana, no es de este mundo. Vistas así las cosas, y teniendo en cuenta que los datos de su monstruosa perserverancia aportaron unos resultados muy relativos, Valéry - como el resto de la humanidad - no era tampoco tan inteligente. "La inteligencia - dice Savinio - es la gran deseada, pero la estupidez, esa cenicienta, la pobre, la modesta, la despreciada, la vilipendiada estupidez, es aquella a la que en el fondo se vuelve el verdadero, el espontáneo, el duradero amor del hombre." Para Savinio, incluso en la metafísica el hombre divide su afecto entre la inteligencia (la amante, la gran deseada) y la estupidez (la esposa, "consorte" más bien, porque jamás encajó mejor la etimología). De todas las decepciones de la inteligencia, es ella, la magnánima estupidez, la que nos consuela a fondo.
La estupidez es fiel y constante, la conocemos desde la noche de los tiempos, nos espera en el dulce hogar para compartir con nosotros, en imponente resignación, la desgracia descomunal de no ser inteligentes.
Deberíamos dudar de la utilidad y el valor efectivo de la tan añorada inteligencia, añorada quizá porque en realidad no existe. El hecho mismo de que vayamos - no todos, sólo algunos - en busca de la inteligencia nos está aportando constantemente pruebas de que ésta en realidad no es natural, no es humana, no es de este mundo. Vistas así las cosas, y teniendo en cuenta que los datos de su monstruosa perserverancia aportaron unos resultados muy relativos, Valéry - como el resto de la humanidad - no era tampoco tan inteligente. "La inteligencia - dice Savinio - es la gran deseada, pero la estupidez, esa cenicienta, la pobre, la modesta, la despreciada, la vilipendiada estupidez, es aquella a la que en el fondo se vuelve el verdadero, el espontáneo, el duradero amor del hombre." Para Savinio, incluso en la metafísica el hombre divide su afecto entre la inteligencia (la amante, la gran deseada) y la estupidez (la esposa, "consorte" más bien, porque jamás encajó mejor la etimología). De todas las decepciones de la inteligencia, es ella, la magnánima estupidez, la que nos consuela a fondo.
La estupidez es fiel y constante, la conocemos desde la noche de los tiempos, nos espera en el dulce hogar para compartir con nosotros, en imponente resignación, la desgracia descomunal de no ser inteligentes.
- En El mal de Montano. Enrique Vila-Matas (pp. 191-192).
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