Carmen de Mairena
"Hola corazones, en el coño tengo flores."
Me cae bien este tipo.
[...] la maldita carta como lumbre, algunas de cuyas palabras tenía pegadas en el cerebro, punzadoras: "amor" -- "tristeza" -- "deseo" -- "poder hablar" -- "comprendernos" -- "toda la vida." Era, sin duda, lenguaje del demonio.
Damián, el primogénito, a quien nada faltaba en casa, cuyos brazos fornidos eran la esperanza de mayor acrecentamiento de la hacienda y el sueño de vejez venturosa, muchacho hermoso, maduro, emprendedor, sin vicios, entero en trabajos y fatigas, había caído en la tentación de conocer el Norte y allá se fue con otros paisanos ilusionados en tentar fortuna, fortuna que a Damián no le hacía falta, porque aunque no es cierto, como chismean las gentes, que su padre es el hombre más rico de la comarca, bendito sea Dios; pero las loqueras de los muchachos, que les gusta probar trabajos lejos de sus padres; y allá anda el pobre, ya va para cinco años, entre peligros y malpasadas, de una parte a otra, de uno en otro trabajo; sabrá Dios entre qué gentes, con qué amigos, con qué peligros del alma y cuerpo; a Dios está encomendado, que sobre todas las cosasno pierda la fe y lo cubra la Sombra del Señor San Pedro, el Manto de la Virgen lo saque con bien de malas compañías, de mujeres malasentrañas; y no le caiga un alambre de la luz, no lo machuque una máquina o un tren, algún gringo no lo provoque a pleito, no tenga que ver con las autoridades de allá que dicen que son terribles, por cualquier cosa. Dios lo libre de tantos peligros en una tierra extraña.