martes, octubre 23, 2007

Trigo de Jesucristo soy

"Esas otras bestias que en el circo de Roma me esperan no me inspiran miedo; al contrario, desde aquí las saludo; deseo estar cuanto antes a la vista de ellas y que las suelten contra mí para que despedacen mi cuerpo y disfruten devorando mis carnes. Cuando me arrojen a la arena, yo mismo las invitaré a que se acerquen a mí y me desgarren; y si ocurriese lo que en otras ocasiones ha sucedido, es decir, si se mostraran tímidas y reacias y no acudieran a ensañarse conmigo, las llamaré, las azuzaré y, si fuese preciso, introduciré mi cabeza entre sus fauces y mis miembros entre sus garras. [...] Ansío que caigan sobre mí y en mí se concentren fuegos, cruces, fieras, descoyuntamientos de huesos, desgarramientos de todas las partes de mi cuerpo y todos, absolutamente todos los géneros de tormentos que el diablo sea capaz de discurrir, con tal de que mi alma permanezca unida a Jesucrito."

Y por si fuera poco, más abajo dice:

"Trigo de Jesucristo soy; las muelas de las fieras me molerán y me convertiré en pan puro."

Vaya tela.

Todo esto se cuenta de San Ignacio en La leyenda dorada, de Santiago de la Vorágine, quien más que un santo debió ser proclamado enfermo masoquista perdido.

Santos, sangrientos y desgarradores saludos, siempre mudo lector.

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