Clases de semiótica: El balcón
Con eso de que últimamente estoy escribiendo demasiado de mi propia cosecha, y para que no se piensen que este blog va a cambiar su tendencia plagiadora, aquí les transcribo una justificación perfecta del hombre latino con respecto a las mujeres (y dicho sea de paso, de mis justificados problemas con ellos) de algo que podría ser llamado El balcón como signo pluscuamrepresentativo de la psicología del amante latino, punto
La novela comienza con una lección sobre "le raçon romanesque de nôtre caractère latin", expuesta por el malicioso Joachimo Figureido a su ingenua prometida norteamericana Susie Krauss. Susie tiene su propia imagen engañosa del mundo latino, y fantasea acerca de seductores que en las cálidas noches tocan la mandolina bajo el balcón. Joachimo la corrige. El carácter latino inventó el culto al amor cortesano o "l'amour romanesque", que llegó al mundo a finales del siglo XIV e impulsó las búsquedas caballerescas de Lanzarote, Orlando Furioso, Don Quijote y el viejo caballero de Dinesen. Pero este ardor desinteresado no debería confundirse con la fidelidad de la pareja sentimental y absorbente que Susie tiene en mente. El balcón, le explica Joachimo, existe para hacer que la mujer sea visible pero para mantenerla en lo inaccesible. En su país, Julieta no desplegaría una escala de cuerda para que Romeo pudiera trepar hasta ella, o, por lo menos, sólo lo haría después de haber tomado la precaución de haberse casado con otro, para que pueda disfrutar de su Romeo como una diversión ilícita y adúltera. Las mujeres norteamericanas son demasiado cooperativas para el gusto de Joachimo: ellas toman la iniciativa, y bajan por la escala ellas mismas. La diosa pierde su santidad si -como la Doll de Jeanne Moreau, desaliñada, soñolienta y con resaca- condesciende a comportarse cariñosamente.
- Peter Conrad. Orson Welles. Historias de su vida. Ed. Jaguar. Madrid. 2005. Pág. 335
De lejitos quieren, pues, putitos. De lejitos tendrán.
La novela comienza con una lección sobre "le raçon romanesque de nôtre caractère latin", expuesta por el malicioso Joachimo Figureido a su ingenua prometida norteamericana Susie Krauss. Susie tiene su propia imagen engañosa del mundo latino, y fantasea acerca de seductores que en las cálidas noches tocan la mandolina bajo el balcón. Joachimo la corrige. El carácter latino inventó el culto al amor cortesano o "l'amour romanesque", que llegó al mundo a finales del siglo XIV e impulsó las búsquedas caballerescas de Lanzarote, Orlando Furioso, Don Quijote y el viejo caballero de Dinesen. Pero este ardor desinteresado no debería confundirse con la fidelidad de la pareja sentimental y absorbente que Susie tiene en mente. El balcón, le explica Joachimo, existe para hacer que la mujer sea visible pero para mantenerla en lo inaccesible. En su país, Julieta no desplegaría una escala de cuerda para que Romeo pudiera trepar hasta ella, o, por lo menos, sólo lo haría después de haber tomado la precaución de haberse casado con otro, para que pueda disfrutar de su Romeo como una diversión ilícita y adúltera. Las mujeres norteamericanas son demasiado cooperativas para el gusto de Joachimo: ellas toman la iniciativa, y bajan por la escala ellas mismas. La diosa pierde su santidad si -como la Doll de Jeanne Moreau, desaliñada, soñolienta y con resaca- condesciende a comportarse cariñosamente.
- Peter Conrad. Orson Welles. Historias de su vida. Ed. Jaguar. Madrid. 2005. Pág. 335
De lejitos quieren, pues, putitos. De lejitos tendrán.
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