Sobre el barroco español
El arte barroco, como ha dicho Werner Weisbach en su admirable libro sobre él, es el arte de la propaganda. La Iglesia ya no era universal y había perdido mucha de su anterior confianza en sí misma. Sin embargo seguía sintiendo la necesidad de excitar, impresionar, desconcertar y abrumar a la gente. Su arte maestro era la arquitectura, pero en los interiores de sus iglesias, que es donde uno debe buscar sus triunfos principales, recurría a todas las artes visuales para que colaboraran en producir grandiosos efectos teatrales de lujo, misterio y drama. Precisamente en esa época la música, el drama poético y la escena estaban combinándose en la nueva forma de arte de la ópera, del mismo modo que la pintura, la arquitectura y la escultura estaban aprendiendo a unirse y ofrecer algo las unas a las otras.
Los talentos exigidos a un arquitecto barroco eran en consecuencia grandes poderes de invención en distintos medios, combinados con un puño firme que mantuviera juntas todas las fluyentes, retorcidas, coloristas y discordantes partes. Tenía que ser una especie de empresario de la madera y de la piedra que poseyera un fuerte sentido de su efecto teatral. Los españoles mostraron una notable aptitud para ello. Encajaba con su tradición artesana árabe y mudéjar en diseñar complicados esquemas lineales y con su inclinación a organizar elaboradas ceremonias religiosas y procesiones. Encajaba aún más con su anhelo nativo - africano, podría llamársele- para extraer hasta la última gota de emoción de una situación, para extraer cada sentimiento, y especialmente cada sentimiento doloroso, hasta el punto del orgasmo. [...] Y de ahí también la concentración de los arquitectos y decoradores de iglesias en crear en la mente del feligrés una disposición de ánimo de maravilla y misterio, en la cual perderá el sentido de su propia personalidad y será incapaz de pensar de forma crítica o con desprendimiento sobre ningún tema. Déjenme, para hacerlo más claro, citar A sampler of Castile de Roger Fry, que pese a su brevedad es el mejor ensayo jamás escrito sobre arte español:
Por esta razón, creo, el Barroco español tiene el poder de agitar las emociones y situar la mente en un estado de confusa exaltación y sorpresa que no proporciona el más intelectual y clásicamente arraigado Barroco de Italia. Puesto que el arte barroco apunta precisamente a esas casualidades, parece razonable calificarlo como el más perfecto. Pero si un arte así puede ser considerado como grande ya es otro asunto.
Los talentos exigidos a un arquitecto barroco eran en consecuencia grandes poderes de invención en distintos medios, combinados con un puño firme que mantuviera juntas todas las fluyentes, retorcidas, coloristas y discordantes partes. Tenía que ser una especie de empresario de la madera y de la piedra que poseyera un fuerte sentido de su efecto teatral. Los españoles mostraron una notable aptitud para ello. Encajaba con su tradición artesana árabe y mudéjar en diseñar complicados esquemas lineales y con su inclinación a organizar elaboradas ceremonias religiosas y procesiones. Encajaba aún más con su anhelo nativo - africano, podría llamársele- para extraer hasta la última gota de emoción de una situación, para extraer cada sentimiento, y especialmente cada sentimiento doloroso, hasta el punto del orgasmo. [...] Y de ahí también la concentración de los arquitectos y decoradores de iglesias en crear en la mente del feligrés una disposición de ánimo de maravilla y misterio, en la cual perderá el sentido de su propia personalidad y será incapaz de pensar de forma crítica o con desprendimiento sobre ningún tema. Déjenme, para hacerlo más claro, citar A sampler of Castile de Roger Fry, que pese a su brevedad es el mejor ensayo jamás escrito sobre arte español:
La arquitectura, la escultura y la pintura en una iglesia española son accesorios al arte puramente dramático -la danza religiosa, si lo prefieren- de la misa. A causa de la superabundancia y confusión de tanto oro y relumbre, entrevisto a través de la penumbrosa atmósfera, la mente se siente exaltada y fascinada. El espectador no es invitado a mirar y comprender, se le pide que sea pasivo y receptivo: se ve reducido a una condición hipnoide. ¡Cuán diferente de esto es el gótico primitivo de Francia o el Renacimiento de Italia! En ellos todo es luminoso, claro, objetivo. La mente es liberada de sí misma hacia la contemplación activa de formas y colores. Esas artes son precisamente expresivas de ideas estéticas; el español es impresionante en razón de su deseo de claridad. Su efecto es acumulativo: permite a un arte mezclarse con otro y todos juntos producir un estado que es completamente distinto al de la comprensión estética.
Por esta razón, creo, el Barroco español tiene el poder de agitar las emociones y situar la mente en un estado de confusa exaltación y sorpresa que no proporciona el más intelectual y clásicamente arraigado Barroco de Italia. Puesto que el arte barroco apunta precisamente a esas casualidades, parece razonable calificarlo como el más perfecto. Pero si un arte así puede ser considerado como grande ya es otro asunto.
- La faz de España. Gerald Brenan. Ediciones Península. 2003. Pág. 65-66.
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