- ¿Cómo es eso de que es español? - preguntó Hugh.
- Vinieron después de la guerra de Marruecos - dijo el Cónsul. Un 'pelado' - añadió sonriendo.
La sonrisa aludía a una polémica que, sobre este vocablo, había tenido con Hugh, quien lo había visto definido en alguna parte como "iletrado descalzo". Según el Cónsul, ésta era sólo una de las acepciones; de hecho, los pelados eran los "encuerados", los "despojados", pero también eran aquellos que no tenían que ser ricos para despojar a los pobres de verdad. Por ejemplo, aquellos mezquinos politicastros de medio pelo que, por sólo ocupar un cargo durante un año, durante el cual esperan acumular lo suficiente para abjurar del trabajo durante el resto de sus días, harán literalmente lo que sea, desde lustrar zapatos hasta actuar como quien no es "paloma mensajera". Hugh comprendió por fin que la palabra era bastante ambigua. Por ejemplo, un español podía interpretar que se trataba de un indio, el mismo indio al que despreciaba, utilizaba y embriagaba. No obstante, el indio, con ese término, podía a su vez designar al español. Cualquiera podía usarlo para definir a quien se ofrecía como espectáculo. Tal vez fuera una de esas palabras que, de hecho, se depuraron de la conquista, ya que sugería por una parte la idea del ladrón, y por otra la del explotador. ¡Recíprocos eran siempre los vocablos injuriosos con los que el agresor desacredita a quienes va a destruir!
- Bajo el volcán. Malcolm Lowry.