viernes, mayo 18, 2018
Found this in some reddit conversation, on the way of agreeing...
Christopher Lasch(1979; 1984) has asserted that individualism, with its single-minded pursuit of personal and private goals, produces not an expanded self-concept, but a minimal self. The individual is overexposed to the competitive struggle of the marketplace without adequate social cushioning. He or she learns to prefer success over love, power over community -- choices that trigger both stress and anomie. Individualism essentially fights nature, the fact that we are social animals. Thus, cultural norms that favor "doing one's own thing," while highly applauded in recent years, turn out to be directly associated with deviant activity, particularly addiction.
Social Control of Deviance: A Critical Perspective. p. 102.
miércoles, diciembre 07, 2016
el prototipo humano primitivo
[...] Miraba a los escritores, oía sus voces, y todo el rato tenía presente al doctor Attendu, que dio la vuelta a un prejuicio secular y afirmó que el idiota no es más que el prototipo humano primitivo, del cual sólo somos la versión corrompida, y por tanto sujeta a trastornos, a pasiones y vicios contra natura, que no afectan, sin embargo, al auténtico cretino, al puro.
- Fragmento de El mal de Montano. Enrique Vila-Matas.
lunes, noviembre 28, 2016
Apología del Cacaolat
La paciencia policíaca para capturar un recuerdo puede llegar a ser hasta ridícula. A uno le bastaba con una galleta mojada en el té; a otro, con una gota de perfume que hubiera quedado en el fondo de una botellita vacía; a otro il suon dell' ora, un repique de campanas que el viento arrastrara desde la torre del pueblo. Sabores, olores mínimos, sonidos del pasado. Me da vergüenza decirlo, porque no es muy poético que digamos, pero es así y no puedo cambiarlo: mi galleta mojada, mi gota de perfume, mi música del viento es un prosaico y vulgar trago - tan breve como la infancia - de una bebida catalana llamada Cacaolat, mezcla de leche y cacao que tomaba diariamente en los recreos matinales de la escuela.
Basta que vuela a probar esa bebida para que regresen los recuerdos del pasado. Pero no puede ser más ridícula y menos poética esa palabra, Cacaolat, y tal vez por eso media vida la he pasado odiando a los escritores que trabajan con sus recuerdos y defendiendo, en cambio, a aquellos otros que sin el peso muerto de los recuerdos están en condiciones de alcanzar la edad adulta del escritor con mayor rapidez. Media vida la he pasado defendiendo a aquellos escritores que no viven de las rentas del pasado y que saben demostrar una imaginación al día, una imaginación capaz de inventar del presente, es decir, de la nada misma.
Basta que vuela a probar esa bebida para que regresen los recuerdos del pasado. Pero no puede ser más ridícula y menos poética esa palabra, Cacaolat, y tal vez por eso media vida la he pasado odiando a los escritores que trabajan con sus recuerdos y defendiendo, en cambio, a aquellos otros que sin el peso muerto de los recuerdos están en condiciones de alcanzar la edad adulta del escritor con mayor rapidez. Media vida la he pasado defendiendo a aquellos escritores que no viven de las rentas del pasado y que saben demostrar una imaginación al día, una imaginación capaz de inventar del presente, es decir, de la nada misma.
- Fragmento de "El mal de Montano". Enrique Vila-Matas.
domingo, noviembre 13, 2016
Vila-Matas sobre la estupidez
(...) Alberto Savinio solía decir que la inteligencia completa, equilibrada, fecunda, ha sido siempre un caso insólito. Y añadía: "El esfuerzo que hace el hombre por subir los escaños de la inteligencia es tan doloroso, es tan desesperado... Los daños que resultan de una inteligencia incompleta son tanto más grandes que los que puedan derivarse de una estupidez franca y dócil."
Deberíamos dudar de la utilidad y el valor efectivo de la tan añorada inteligencia, añorada quizá porque en realidad no existe. El hecho mismo de que vayamos - no todos, sólo algunos - en busca de la inteligencia nos está aportando constantemente pruebas de que ésta en realidad no es natural, no es humana, no es de este mundo. Vistas así las cosas, y teniendo en cuenta que los datos de su monstruosa perserverancia aportaron unos resultados muy relativos, Valéry - como el resto de la humanidad - no era tampoco tan inteligente. "La inteligencia - dice Savinio - es la gran deseada, pero la estupidez, esa cenicienta, la pobre, la modesta, la despreciada, la vilipendiada estupidez, es aquella a la que en el fondo se vuelve el verdadero, el espontáneo, el duradero amor del hombre." Para Savinio, incluso en la metafísica el hombre divide su afecto entre la inteligencia (la amante, la gran deseada) y la estupidez (la esposa, "consorte" más bien, porque jamás encajó mejor la etimología). De todas las decepciones de la inteligencia, es ella, la magnánima estupidez, la que nos consuela a fondo.
La estupidez es fiel y constante, la conocemos desde la noche de los tiempos, nos espera en el dulce hogar para compartir con nosotros, en imponente resignación, la desgracia descomunal de no ser inteligentes.
Deberíamos dudar de la utilidad y el valor efectivo de la tan añorada inteligencia, añorada quizá porque en realidad no existe. El hecho mismo de que vayamos - no todos, sólo algunos - en busca de la inteligencia nos está aportando constantemente pruebas de que ésta en realidad no es natural, no es humana, no es de este mundo. Vistas así las cosas, y teniendo en cuenta que los datos de su monstruosa perserverancia aportaron unos resultados muy relativos, Valéry - como el resto de la humanidad - no era tampoco tan inteligente. "La inteligencia - dice Savinio - es la gran deseada, pero la estupidez, esa cenicienta, la pobre, la modesta, la despreciada, la vilipendiada estupidez, es aquella a la que en el fondo se vuelve el verdadero, el espontáneo, el duradero amor del hombre." Para Savinio, incluso en la metafísica el hombre divide su afecto entre la inteligencia (la amante, la gran deseada) y la estupidez (la esposa, "consorte" más bien, porque jamás encajó mejor la etimología). De todas las decepciones de la inteligencia, es ella, la magnánima estupidez, la que nos consuela a fondo.
La estupidez es fiel y constante, la conocemos desde la noche de los tiempos, nos espera en el dulce hogar para compartir con nosotros, en imponente resignación, la desgracia descomunal de no ser inteligentes.
- En El mal de Montano. Enrique Vila-Matas (pp. 191-192).
jueves, noviembre 10, 2016
(...) me sorprendió hablándome de la carta breve de un suicida anónimo. La carta decía simplemente: "Tanto abrochar y desabrochar".
- En El mal de Montano. Enrique Vila-Matas
lunes, noviembre 07, 2016
Conducta sustitutiva
(...) una gallina hambrienta (Gallus domesticus) a la que un cercado de alambre le impide llegar a la comida, hará unos esfuerzos cada vez más frenéticos para atravesar el cercado. Sin embargo otro comportamiento, sin objetivo aparente, sustituirá poco a poco al primero. Las palomas (Columbia livia) picotean el suelo sin parar cuando no pueden conseguir el codiciado alimento, aunque en el suelo no haya nada comestible. Y no sólo picotean de ese modo indiscriminado, sino que a menudo se alisan las plumas; esa conducta tan fuera de lugar, frecuente en las situaciones que implican frustración o conflicto, se llama conducta sustitutiva. (pp. 178-179)
- Fragmento de Las partículas elementales. Michel Houellebecq.
- Fragmento de Las partículas elementales. Michel Houellebecq.
Robert Walser, feliz subalterno
Esos personajes subalternos, esa ética de la subordinación, unen a Borges con Robert Walser, el autor de Jakob von Gunten, esa novela que es al mismo tiempo un diario de memorable arranque: "Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada, es decir, que el día de mañana seremos todos gente muy modesta y subordinada."
El propio Walser fue siempre un subalterno y podía perfectamente ser uno de sus propios personajes y también uno de los oscuros personajes de Borjes. De hecho, Walser trabajó de copista en Zurich, acudía de vez en cuando - el nombre parece inventado por Borges para un cuento de copistas o por el propio Walser, pero no lo es, no es inventado - a la Cámara de escritura para desocupados y allí "sentado en un viejo taburete, al atardecer, a la pálida luz de un quinqué de petróleo, se servía de su elegante caligrafía para copiar direcciones o hacer trabajillos de este género que le encomendaban empresas, asociaciones o personas privadas."
Walser trabajó en muchas cosas, siempre de subalterno, decía encontrarse bien "en las regiones inferiores". Fue, por ejemplo, dependiente de librería, secretario de abogado, empleado de banca, obrero de una fábrica de máquinas de coser, y finalmente mayordomo en un castillo de Silesia, todo ello con la voluntad permanente de ir aprendiendo a servir.
- Fragmento de El mal de Montano. Enrique Vila-Matas