Fragmentos sobre la moral sexual española II
[...] también Barthélemy Joly elogia el barrio "pecaminoso" de Valencia: "Existe en esta ciudad, como en el resto de España, pero aquí organizado más deliciosamente; un lugar famoso donde las mujeres se consagran al placer público. Y tales mujeres tienen para ellas todo un barrio donde ejercer con toda libertad este género de vida."(1)
Este ejemplo revela la concepción que se tenía de la prostitución. Muy bien organizada, sin duda, pero condenada al confinamiento en un auténtico ghetto. A las "amorosas públicas" les asignaban, efectivamente, al menos en teoría, un barrio reservado para ellas. En 1572 y en 1575, Felipe II trató incluso de reglamentar más estrictamente esta "profesión". Las prostitutas, que no debían ser reclutadas entre las mujeres casadas ni entre las vírgenes, eran puestas bajo la autoridad de un "padre" o de una "madre", y cada ocho días tenían que someterse a una visita médica. Su indumentaria estaba precisada. Y en los prostíbulos se hallaba prohibido llevar armas. Durante la Semana Santa, quedaba suspendido el ejercicio del oficio, y también cada año, durante la Cuaresma, las rameras debían asistir a un sermón en que se les ofrecía la oportunidad de arrepentirse y el internamiento en un refugio. Ahora bien, en 1604, Pinheiro da Vega asistió, en Valladolid, al sermón sobre el clásico tema de María Magdalena y pudo oír también las terribles amenazas que los chulos proferían contra aquéllas de las suyas que se dejaran engañar por el arrepentimiento.
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Por lo demás, estas "casas" no dejaban nunca de funcionar. Y ya hemos podido comprobar, por el testimonio de las "series" de la Inquisición de Toledo, que la mancebía de esta ciudad daba mucho que hablar. Según parece, era muy frecuentada. Por ejemplo, los dos campesinos de Hazaña (ya citados) que, charlando de regreso a su pueblo, comprueban que ambos la habían "visitado". Y los obreros jóvenes y los aprendices hablaban mucho de ella y, seguramente, hasta se les aparecía en sueños. La tarifa, de medio real en la segunda mitad del siglo XVI, no resultaba en modo alguno prohibitiva, ya que venía a representar la cuarta parte del salario cotidiano de un operario. Y la idea, muy extendida, como lo hemos visto, de que el pago del acto carnal suprimía el pecado, al menos en lo concerniente a los solteros, sólo pudo favorecer la frecuentación de los prostíbulos. Y, ciertamente, tal idea persistió, pese a todas las proclamaciones y los castigos de la Inquisición, hasta finales del siglo XVIII.
Sobre las instituciones para arrepentidas
En 1591, Henry Cock, estimaba que la putería pública era tan habitual en España que muchas gentes, cuando iban a una ciudad, lo primero que hacían era visitar el prostíbulo. Para combatir el exagerado incremento de la prostitución se multiplicaron, a partir de fines del siglo XVI, los establecimientos para muchachas arrepentidas. En Madrid, el primer establecimiento de éste género se fundó en 1587 y fue agrandado en1623. Bajo la vigilancia de religiosas de Santa Magdalena, acogía a antiguas prostitutas, que no podían salir de él, salvo para hacerse, a su vez religiosas o para casarse. En 1961, fue fundada la Casa de San Nicolás de Bari, y más tarde, en 1711, la de las Arrepentidas. Ahora bien, las mujeres que entraban en estas instituciones podían abandonarlas si lo deseaban.
Bartolomé Bennassar, o.p cit. pág. 180-183.
1) Barthelemy JOLY, Voyages en Espagne: 1603-1604, texto publicado por la Revue hipanique, t.XX, 1909, pp. 460-618