Mantra
Sorprendente, como decía un artículo por ahí en Letras Libres, que los mejores libros escritos sobre México de los últimos años hayan sido escritos por un chileno, Bolaño, con Los Detectives Salvajes y 2666 y Rodrigo Fresán, con su Mantra.
Aquí unos fragmentos de este libro que no deja de provocarme carcajadas inesperadas:
[...] por el camino, a bordo de ese auto largo y negro y pesado, me preguntó cómo escribía yo la palabra México. Me lo preguntó como si me pidiera una contraseña de la que dependía mi vida.
"M-É-X-I-C-O", deletreé la respuesta fácil a una pregunta que sospechaba, era trascendente para mi futuro inmediato.
"Perfecto - suspiró aliviado Martín Mantra-. México con x, como debe ser, con la letra x. México con x de galaxia: algo mucho más grande y poderoso que una ciudad o un país o una ciudad con nombre de país o un país con nombre de ciudad. Hay algo inmediatamente atractivo en las palabras que tienen una x adentro. México es la palabra más x que existe. Después viene Sexo, supongo. Desprecio a todos aquellos que escriben México con j. Méjico. Qué asco. [...]"
[...]
Así, nuestros juguetes eran los juguetes de una generación que jugaba poco (lo justo), veía muy poca televisión) tal vez porque era en blanco y negro y sólo el blanco y negro de Dimensión Desconocida parecía verosímil), leía muchos libros (porque se puede leer en colores), escuchaba bastante música (The Beatles y sollozantes cantautores de protesta españoles y chilenos siempre en el exilio), e iba mucho al cine a ver una y otra vez las mismas películas-fetiche. Los Aventureros, con Alain Delon y Lino Ventura; Lawrence de Arabia, con Peter O'Toole, eran dos de las más frecuentadas y allí me encontraba con otros hijos de padres disfuncionales que, también, ya se sabían de memoria hasta el último grano de arena del desierto o el último pedacito de metal de ese minivestido de la pobre heroína muerta, "Letitiá", por culpa de un tesoro sumergido. Las veía una y otra vez porque su trama era mejor que la vida con mis padres y porque, creo, necesitaba saber que los héroes existían y que lo suyo poco o nada tenía que ver con el heroísmo de quienes hablaban de cambiar el mundo y se olvidaban de cambiar las bombillas eléctricas del baño, lo que obligaba a bañarse a oscuras durante largas temporadas para después salir con jabón en los ojos a comerse un Patty frío con puré todavía más frío.
- Mantra. Rodrigo Fresán.
Aquí unos fragmentos de este libro que no deja de provocarme carcajadas inesperadas:
[...] por el camino, a bordo de ese auto largo y negro y pesado, me preguntó cómo escribía yo la palabra México. Me lo preguntó como si me pidiera una contraseña de la que dependía mi vida.
"M-É-X-I-C-O", deletreé la respuesta fácil a una pregunta que sospechaba, era trascendente para mi futuro inmediato.
"Perfecto - suspiró aliviado Martín Mantra-. México con x, como debe ser, con la letra x. México con x de galaxia: algo mucho más grande y poderoso que una ciudad o un país o una ciudad con nombre de país o un país con nombre de ciudad. Hay algo inmediatamente atractivo en las palabras que tienen una x adentro. México es la palabra más x que existe. Después viene Sexo, supongo. Desprecio a todos aquellos que escriben México con j. Méjico. Qué asco. [...]"
[...]
Así, nuestros juguetes eran los juguetes de una generación que jugaba poco (lo justo), veía muy poca televisión) tal vez porque era en blanco y negro y sólo el blanco y negro de Dimensión Desconocida parecía verosímil), leía muchos libros (porque se puede leer en colores), escuchaba bastante música (The Beatles y sollozantes cantautores de protesta españoles y chilenos siempre en el exilio), e iba mucho al cine a ver una y otra vez las mismas películas-fetiche. Los Aventureros, con Alain Delon y Lino Ventura; Lawrence de Arabia, con Peter O'Toole, eran dos de las más frecuentadas y allí me encontraba con otros hijos de padres disfuncionales que, también, ya se sabían de memoria hasta el último grano de arena del desierto o el último pedacito de metal de ese minivestido de la pobre heroína muerta, "Letitiá", por culpa de un tesoro sumergido. Las veía una y otra vez porque su trama era mejor que la vida con mis padres y porque, creo, necesitaba saber que los héroes existían y que lo suyo poco o nada tenía que ver con el heroísmo de quienes hablaban de cambiar el mundo y se olvidaban de cambiar las bombillas eléctricas del baño, lo que obligaba a bañarse a oscuras durante largas temporadas para después salir con jabón en los ojos a comerse un Patty frío con puré todavía más frío.
- Mantra. Rodrigo Fresán.
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