jueves, septiembre 15, 2011

Capítulo III - De cómo se libró Cándido de los búlgaros, y de lo que le sucedió

No había nada más hermoso, más diestro, más brillante, más bien ordenado que ambos ejércitos: las trompetas, los pífanos, los oboes, los tambores y los cañones formaban tal armonía cual nunca hubo en los infiernos. Primeramente, los cañones derribaron unos seis mil hombres de cada parte, después la fusilería barrió del mejor de los mundos unos nueve o diez mil bribones que infectaban su superficie y, por último, la bayoneta fue la razón suficiente de la muerte de otros cuantos miles. Todo ello podía sumar cosa de treinta millares. Cándido, que temblaba como un filósofo, se escondió lo mejor que pudo durante esta heroica carnicería.

En fin, mientras ambos reyes hacían cantar un Te Deum, cada uno en su campo, se resolvió nuestro héroe ir a discurrir a otra parte sobre los efectos y las causas. Pasó por encima de muertos y moribundos hacinados y llegó a un lugar inmediato; estaba hecho cenizas; era una aldea ávara que, conforme a las leyes de derecho público, habían incendiado los búlgaros; aquí unos ancianos acribillados de heridas contemplaban morir a sus esposas degolladas, con los niños apretados a sus pechos ensangrentados. Más allá, exhalaban el postrer suspiro muchachas destripadas, después de haber saciado los deseos naturales de algunos héroes; otras, medio tostadas, clamaban por que las acabaran de matar; la tierra estaba sembrada de sesos al lado de brazos y piernas cortadas.

Cándido huyó a toda prisa a otra aldea que pertenecía a los búlgaros, y que había sido igualmente tratada por los héroes ávaros. Al fin, caminando sin cesar por encima de miembros palpitantes, o atravesando ruinas, salió del teatro de la guerra, con algunas cortas provisiones en la mochila y sin olvidar nunca a Cunegunda. Al llegar a Holanda se le acabaron las provisiones; mas habiendo oído decir que la gente era muy rica en este país y que eran cristianos, no le quedó duda de que le darían tan buen trato como el que le dieron en el castillo del señor barón, antes que lo echaran a causa de los bellos ojos de la señorita Cunegunda.

Pidió limosna a muchos sujetos graves; todos le dijeron que si seguía en aquel oficio lo encerrarían en una casa de corrección para enseñarle a vivir. Se dirigió luego a un hombre que acababa de hablar una hora seguida en una crecida asamblea sobre la caridad, y el orador, mirándolo de reojo, le dijo:

-¿A qué vienes aquí? ¿Estás por la buena causa?

-No hay efecto sin causa -respondió modestamente Cándido-; todo está encadenado necesariamente y ordenado para lo mejor; ha sido menester que me echaran de casa de la señorita Cunegunda y que me dieran carreras de baquetas, y es menester que mendigue el pan hasta que lo pueda ganar; nada de esto podía ser de otra manera.

-Amiguito -le dijo el orador- ¿crees que el Papa es el anticristo?

-Nunca lo había oído -respondió Cándido-; pero séalo o no, yo no tengo pan que comer.

-Ni lo mereces -replicó el otro-; anda, bribón, anda, miserable, y que no te vuelva a ver en mi vida.

Se asomó en esto a la ventana la mujer del ministro, y viendo a uno que dudaba de que el Papa fuera el anticristo, le tiró a la cabeza un vaso lleno de... ¡Oh cielos, a qué excesos se entregan las damas por celo religioso!

Uno que no había sido bautizado, un buen anabaptista, llamado Jacobo, testigo de la crueldad y la ignominia con que trataban a uno de sus hermanos, a un ser bípedo y sin plumas, que tenía alma, lo llevó a su casa, lo limpió, le dio pan y cerveza y dos florines, y además quiso enseñarle a trabajar en su fábrica de tejidos de Persia que se hacen en Holanda. Cándido, arrodillándose casi a sus plantas, clamaba:

-Bien decía el maestro Pangloss, que todo era para mejor en este mundo, porque infinitamente más me conmueve la mucha generosidad de usted que la inhumanidad de aquel señor de capa negra y de su señora mujer.

Yendo al otro día de paseo se encontró con un mendigo cubierto de lepra, casi ciego, la punta de la nariz carcomida, la boca torcida, los dientes ennegrecidos y el habla gangosa, atormentado por una violenta tos, y que a cada esfuerzo escupía una muela.

2 Invaluables opiniones:

Blogger Guergana Tzatchkova dijo, aunque sin mucho sentido ...

estan muy largos, chonny!!! pon algo mas facil de leer.

jue sept 15, 07:09:00 p.m.  
Anonymous Violeta dijo, aunque sin mucho sentido ...

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