O Putitos que me hacen llorar en el transporte público. A propósito de terminar de leer El retrato de Dorian Gray (sí, ya sé que lo leyeron en la secundaria) quiero hacer pública la inclusión de Oscar Wilde a la lista de las personalidad más influyentes en mi vida. La lista hasta ahora no está muy llena, pero ahí va:
1. Julio Cortázar.
2. Freddy Mercury.
3. Oscar Wilde.
No hay que olvidar que todos ellos me atraen sexualmente de maneras indecibles y que de todos ellos se murmura que les gusta aquello del homoerotismo, claro está, unos más que otros (véase Mercury, Freddy).
Esto va estrechamente ligado a mi nueva obsesión, que bien serviría para título de tesis que dejaría boquiabiertos a dos o tres darketos literatos de la UNAM. La amoralidad en la literatura clásica de los siglos XVIII y XIX. Igual, la lista es escasísima, les agradecería referenciar:
1. Dorian Gray.
2. Don Juan.
3. Personas de las que habla Stendhal en su
Del amor.
Entiéndase por amoralidad la no separación entre el bien y el mal. Esto explica el por qué nuestros personajes hacen todo lo posible por experimentar todos los placeres de la vida intensamente sin tener que ayudar después a los niños pobres para expiar sus culpas hipócritamente. Cabe resaltar que todos estos personajes deben contar con cantidades ridículas de dinero para llevar a cabo sus fantasías, cosa que me excluye por completo de formar parte del cuadro, pero que no me impide vivir sus excesos sentada cómodamente en el sofá, en el metro, o en algún lugar donde todavía los ruidosos chilangos y el tráfico me dejen leer en paz.
Propongo hoy:
1. olvidar sus tontos sentimientos de culpa.
2. visitar mi nuevo
flickr (por ahora sólo fotos viejas, pero desde este fin ya tendré cámara).
3. leer
El retrato de Dorian Gray.
4. defender sus ideas a toda costa.
5. ayudar con curso de After Effects para la pieza de video que quiero hacer en homenaje a Oscar Wilde.
6. poner comentarios acá en su siempre actualizado blog.