Fantasías suicidas a la Chamfort
Chamfort llevó el No tan lejos que, el día en que pensó que la Revolución Francesa -de la que había sido inicialmente entusiasta- le había condenado, se disparó un tiro que le rompió la nariz y le vació el ojo derecho. Todavía con vida, volvió a la carga, se degolló con una navaja y se sajó las carnes. Bañado en sangre, hurgó en su pecho con el arma y, en fin, tras abrirse las corvas y las muñecas, se desplomó en medio de un auténtico lago de sangre.
Próximamente espero engrosar las listas de los suicidas menos ilustres de la historia. Alegría infinita sólamente enturbiada por la idea de que sería el final de este tu tan querido blog, oh, lector.