Consideraciones radicales sobre la función social del flamenco
- William Washabaugh. Flamenco. Pasión, política y cultura popular. Págs. 167-168.
Referencia a Mitchell, Timothy. Flamenco Deep Song. New Haven. Yale University Press. 1994.
"El año 1789 marca una ruptura de la memoria social de proporciones sísmicas. Las instituciones oficiales de la memoria del Antiguo Régimen -la Corte y la Iglesia- fueron neutralizadas. Como consecuencia de esta neutralización, el pueblo dejó de saber a qué pasado atenerse. Sobre este periodo, el poeta y crítico mexicano Octavio Paz dice que la modernidad es <>."
"Los estudiosos como Lorca apreciaban el candor y la espontaneidad de la actuación flamenca, en parte porque esa espontaneidad, pese a ser un producto de la profesionalización, parecía la antítesis de los artificios de la escena profesional. El atractivo de las actuaciones pulidas-pero-espontáneas es de la misma clase que la pasión contemporánea por las mercancías fabricadas que no parecen de fábrica, como la tela producida mecánicamente que tiene hebras para simular la confección manual (Orvell, 1989), o como los CD grabados con efectos de rayado que sugieren la autenticidad de la grabación fonográfica (Corbett, 1990), o como las actuaciones de blues que subrayan la rancia imagen del viejo y analfabeto pero heroico cantante. Como tantas otras cosas en la cultura del consumidor, el flamenco prometía, <<como mínimo, la ilusión de la conexión con el pasado>> (Lipsitz, 1990, pág. 11). El flamenco se presentaba a sí mismo como <<ese otro lugar exótico, la diferencia inexplorada, el mundo de lo "natural" y lo "nativo" [...] una autenticidad para ser enarbolada contra la corrupción de la modernidad>> (Chambers, 1994, pág. 12).
La arquitectura, la escultura y la pintura en una iglesia española son accesorios al arte puramente dramático -la danza religiosa, si lo prefieren- de la misa. A causa de la superabundancia y confusión de tanto oro y relumbre, entrevisto a través de la penumbrosa atmósfera, la mente se siente exaltada y fascinada. El espectador no es invitado a mirar y comprender, se le pide que sea pasivo y receptivo: se ve reducido a una condición hipnoide. ¡Cuán diferente de esto es el gótico primitivo de Francia o el Renacimiento de Italia! En ellos todo es luminoso, claro, objetivo. La mente es liberada de sí misma hacia la contemplación activa de formas y colores. Esas artes son precisamente expresivas de ideas estéticas; el español es impresionante en razón de su deseo de claridad. Su efecto es acumulativo: permite a un arte mezclarse con otro y todos juntos producir un estado que es completamente distinto al de la comprensión estética.